Fuimos
al Palacio La Moneda, donde vive y trabaja el presidente del país. Aprendimos
de las personas que forman parte de la identidad de Chile. Pedro de Valdivia.
General Baquedano. Manuel Montt.
Nombres familiares a nosotros, porque actualmente son los nombres de las
paradas del metro. Acá en Chile, la historia vive en el presente, como espiral
dentro de un árbol. Las historias de los personajes llenan este edificio y el
aire afuera.
En este
edificio, Salvador Allende murió. En este edificio, había bombas y disparos,
que señalaron la fin del socialismo, y el inicio de la dictadura de Pinochet.
La distancia entre esta época y ahora: cuarenta años. Los guardias del palacio,
cuando lo visitamos, se vistieron en verde, con botas negras, como militares.
En los paredes habían pinturas de los fundadores del país y de la ciudad, y
vimos el área donde golpeó la bomba. 11 de septiembre, 1973.
Hablé
con Carmen, mi mama Chilena, sobre su experiencia durante el golpe militar. Es
algo que yo no puedo imaginar, vivir en un país donde había una dictadura tan
recientemente. Pero acá soy, viviendo en un presente lleno de un pasado vivo.
Carmen me contó de sus memorias del 11 de septiembre, de su miedo. Era niña de
16 años. Había un temor de no saber, de no saber qué iba a pasar a los amados,
todos los amados. Un primo de ella fue arrestado y pasaron dos meses en los
cual su familia supo nada de él. Cuando volvió, era cambiado – por la tortura.
“Gracias a Dios que nadie en mi familia desapareció sin regresar,” dijo Carmen.
Carmen
habló de los “toques de queda” – que tardaban desde los 7 de la noche hasta los
7 de la mañana. Durante este tiempo, las calles permanecían vacías, por miedo,
por terror, por la ley. Pero los jóvenes, resistentes y gregarios, carretearían
de todos modos. Ellos irían a una casa de un amigo, y pasarían la noche entera
allá, hasta la fin del toque.
Vivieron “toque al toque.”
Esta
historia es muy vivida, es una parte del presente, palpable y real. Como
extranjera, puedo sentir el pasado en todas partes. Puedo sentirlo en el hecho
de que los jóvenes todavía carreteen hasta la madrugada – es una tradición y
una parte de la vida acá. El pasado dentro del presente. Todavía la gente es
muy activa en la política, lista siempre para luchar por los derechos.
Oigo la
historia en las chispas de la gente en el metro, en mi casa, en los parques. El
dolor, la emoción, la pasión – forman colores que pintan los aceros y los
nubes, los paredes y los árboles. “La historia de Chile es vivida por la
experiencia de los padres,” dijo Carmen. He visto que esto es una cultura en la
cual las relaciones con los padres son muy fuertes, las familias muy cercanas. Entonces,
la historia de Chile será vivida eternamente, en cada conversación, en cada
camino por el Palacio La Moneda. Acá, la política parece eléctrica, porque
existe en los espíritus y los cuerpos de cada chileno.
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Here in Chile, history lives in the present, like a spiral within a tree, a tree with strong, old roots. Here in Chile, history lives through collective memory, through the words and faces of parents, who feed their children with the past and their rich knowledge.
We went to the Palacio La Moneda, where the country's president lives and works. We learned of the people who form part of the identity of Chile. Pedro de Valdivia. General Baquedano. Manuel Montt. Familiar names to us, because nowadays they are the names of metro stops. Here in Chile, history lives in the present, like a spiral within a tree. The stories of these people fill this building and the air outside.
In this building, Salvador Allende died. In this building, there were bombs and gunshots, that signaled the end of socialism and the start of Pinochet's dictatorship. The distance between that time and now: forty years. The guards of the palace, when we visited, dressed in green, with black boots, like the military. On the walls were paintings of the country's founders and of the city, and we saw the area where the bomb hit. September 11th, 1973.
I talked with Carmen, my Chilean mother, about her experience during the military coup. It's something I can't imagine - living in a country where there was a dictatorship so recently. But here I am, living in a present full of a living past. Carmen told me about her memories of that September 11th, of her fear. She was a 16 year old girl. There was a fear of not knowing, of not knowing what would happen to loved ones, all the loved ones. A cousin of hers was arrested and two months passed in which her family knew nothing of him. When he returned, he was changed - by torture. "Thank God no one in my family disappeared without returning," Carmen said.
Carmen spoke of the curfews, that lasted from 7PM to 7AM. During this time, streets remained empty, for fear, for terror, for the law. But young people, resilient and gregarious, partied anyway. They would go to a friend's house, and would pass the entire night there, until the end of the curfew in the morning. They lived "curfew to curfew."
This history is very vivid, it's a part of the present, palpable and real. As a foreigner, I can feel the past everywhere. I can feel it in the fact that young people party until dawn, a tradition and way of life here. The past inside the present. People here are still very active in politics, always ready to fight for their rights.
I hear history in the chatter on the metro, in my house, in parks. Pain, emotion, passion - they form colors that paint sidewalks and clouds, walls and trees. "The history of Chile is re-lived through the experience of our parents," said Carmen. I have seen that this is a culture in which relations with parents are very strong; families are close. And so, Chile's history will be living eternally, in every conversation, in every walk through the Palacio La Moneda. Here, politics feel electric, because they exist in the spirits and bodies of every Chilean.
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