Ahora llevo casi cinco meses acá en esta ciudad gigante y caótica. A veces puedo sentirme como si fuera en cualquiera ciudad de los Estados Unidos. En realidad, hay un esfuerzo constante en Santiago de imitar los costumbres y estilo de vida de los EEUU. En el Mall hay una tienda de yogur helado donde cada persona se sirve y añade sus condimentos, exactamente lo mismo como en los EEUU. La música en la radio generalmente es música norteamericana. Las personas se mueven por las calles y el metro sin saludar a uno al otro. Siempre tienen un destino. Siempre tienen prisa.
Aunque he pasado más tiempo en Santiago que en ninguna otra parte en el país, mis viajes a otros pueblos desde el norte al sur me han enseñado mucho del carácter de Chile y los chilenos. Me siento increíblemente afortunada tener esta oportunidad de conocer el país y explorar sus personalidades diversas, porque ahora conozco más partes de Chile que conocen muchos chilenos. Es el país que cubre la mayor distancia longitudinal en el mundo, y así se encuentra una diversidad maravillosa de culturas y paisajes. Cada pueblo que visito tiene un espíritu único.
Y así aprendo algo curioso - que Santiago no es Chile. Que el centro no es el centro. Que en la periferia, se encuentra otro Chile.
Natalie Holt, una amiga mía de Berkeley siempre dice, "Cada jornada empieza en el BART." Acá, cada jornada empieza en el terminal de buses, ubicado en el metro Universidad de Santiago. Cada momento un bus sale para otro destino, otro destino, otro destino. Desde allá, he embarcado en muchas aventuras al campo y a los muchos corazones que tiene este lindo país.
Santiago --- Olmue, 2 horas en bus. En el Parque Nacional La Campana, subí el Cerro La Campana con dos amigas gringas, y conocimos a varios chilenos durante la jornada a la cima. Con cada paso agotador, había chilenos animándonos con gritos y risa, y todos juntos, llegamos a una vista maravillosa de la cordillera de la costa. También caminamos a ver un bosque de palmas chilenas. Son muy escasas actualmente fuera de las plazas de las ciudades, y verlas en su forma silvestre era como encontrar un pedazo de la herencia viva de Chile. Totalmente distinto de verlas en la Plaza de Armas en Santiago.
Santiago --- Punta Arenas, 3 horas en avión. En Patagonia, me enamoré con la tierra y el cielo. En Patagonia, los ritmos del viento y los ríos dictan los ritmos la vida humana. En Punta Arenas encontré un hombre coleccionando piedras del litoral para hacer una ceremonia de Reiki. Me dijo, "Hay una energía muy fuerte acá, una energía muy buena." Encontré una cultura de huasos, una cultura muy cercana a la tierra. Los huasos recorren su tierra en caballo, y los niños aprenden a montar cuando apenas pueden caminar. Un día galopeamos por una estancia, con el viento de Magallanes por el cabello. Adrenalina y alegría.
Santiago --- Pichilemu, 3 horas en bus. En Pichilemu, mi pololo y yo surfeamos las olas magníficas y heladas del mar pacífico. Montamos caballos por la playa, tocamos guitarra en la arena, y miramos el cielo de la noche. Muchos Chilenos que viven en Santiago vienen a Pichilemu y otros pueblos de la costa para vacaciones, para respirar el aire limpio y oceánico. Allá había las familias y también había los jóvenes que pasan sus vidas esperando por la ola perfecta. La vida allá es oceánica y pacífica.
Santiago --- La Serena --- Montegrande, 8 horas en bus. En el Valle del Elqui, descubrimos el sabor verdadero de pisco, dentro del valle donde crecen las uvas, entre las montañas grandiosas de la cordillera andina. Nos relajamos al lado del Río Mágico, con chilenos que vinieron para relajarse también y tocar música alrededor de la fogata. Disfrutamos un paisaje de sauces y viñas, piedras rojas, laderas secas, y un cielo de estrellas sin equivalente en el mundo. Caballos vagaron por los senderos. Pasamos por el pueblo de Montegrande, donde nació y creció Gabriela Mistral - una mujer que ha cautivado el espíritu de Chile con su poesía famosa.
Santiago --- Molina, 3 horas en bus. En Molina, mis amigas y yo encontramos una hospitalidad increíble. Cuando llegamos en el Pullman Bus, descubrimos que no había mucho transporte público al parque nacional en otoño. Miguel, un residente del pueblo, nos invitó a su casa para pasar la noche. Comimos higos de su árbol, hicimos una fogata, bebimos cervezas con sus amigos, y dormimos en las literas en su casa. Todos en el pueblo querían ayudarnos en nuestra jornada. Navegamos al parque haciendo el dedo, encontrándonos en una camión de fruta, varias camionetas, y en caminos de tierra. Llegamos a las siete tazas, sitio de mucha belleza natural, rodeadas por el otoño y sus robles deciduos. Bañamos en agua dulce, aún más dulce por la jornada colorida que tomamos para llegar.
Podría continuar... con los pueblos de Cajón de Maipo, Isla Negra, Doñihue, La Serena... es realmente un honor surfear los numerosos ritmos en este país. Chile es un país de montañas y mar, de ríos y bosques esclerófitos, de desiertos y matorrales, de estepa y glaciares. La cultura de Chile es tan diversa como sus paisajes.
Las personas que conozco en Santiago que vienen de otras partes, especialmente el sur, dicen que no prefieren vivir en Santiago. Vienen porque tantas oportunidades centra en la ciudad. Pero extrañan sus ciudades originarias - sus costumbres, comidas, árboles, cultura. Mi mama chilena extraña el sabor más fresco del agua de Concepción, su pueblo originario. La mayoría de gente lamenta la calidad pobre del aire de Santiago, lamenta el taco y la congestión. Hablé con una niña que vino al Bosque Santiago un día, que vivía en un pueblo en las afueras de Santiago, pero su familia recién se mudó al interior. Dijo que extrañaba el campo, extrañaba la experiencia de vivir con los animales y el aire libre. Hay algo afuera que no está adentro.
Aun así, hay mucho bueno en Santiago. Las universidades son de una calidad muy alta, reconocidas en nivel mundial. Hay galerías de arte, música en viva de cada estilo, noches de poesía, parques y plazas, restaurantes y cafés, salsatecas, ferias y mercados. La modernidad de la ciudad ha entregado un estilo de vida más agradable en muchos casos, y Santiago tiene una presencia muy fuerte en la identidad del país. Pero Santiago no es Chile. Chile es un cuerpo que se extiende y extiende, su forma no deja que todo sea centralizado alrededor de solo un corazón. Tiene muchos corazones. Hay que ir a sus rincones para conocerlos.
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"Santiago is Chile," my host mother tells me. Or at least, so it is in the national news. When it rains in Santiago, the news don't talk about anything else - even if there is more rain in other cities. Located in the central region of the country, the city of Santiago is home to six million people, more than a third of the total population of Chile. It isthe center of education, work, and business in the country, and thus, many people have migrated here from the northand the south in search of opportunity. Santiago holds the tallest building in Latin America, the Costanera Mall in Tobalaba. The public transit system, TranSantiago, is impressive and notable, modern and speedy. Within the borders of the city, there are 37 neighborhoods, and it encloses an area of 640 square kilometers.
Now I have been in this giant and chaotic city for five months. At times I feel as though I could be in any city in the United States. Actually, there is a constant effort in Santiago to imitate the customs and lifestyle of the US. In the mall there is a self-serve frozen yogurt shop, exactly like the ones in the US. The music on the radio is generally American music. People move through the streets and the metro without greeting one another. They always have a desination. They always are in a hurry.
Although I have spent more time in Santiago than in any other part of the country, my trips to other towns from the north to the south have taught me a great deal about the character of Chile and Chileans. I feel incredibly fortunate to have this opportunity to get to know the country and explore its diverse personalities, because now I have been to more parts of Chile than most Chileans. It is the country that covers the largest longitudinal distance in the world, and in this way one encounters an amazing diversity of cultures and landscapes. Every town that I visit has its own unique spirit.
And so I am learning something curious - that Santiago is not Chile. That the center is not the center. That in the periphery, another Chile is found.
Natalie Holt, a friend of mine from Berkeley, always says, "Every journey begins in BART." Here, every journey begins in the bus terminal, located at the University of Santiago metro. Every moment a bus leaves for another destination, another destination, another destination. From there, I have embarked on many adventures to the countryside and to the many hearts that this beautiful country holds.
Santiago --- Olmue, two hours by bus. In La Campana National Park, I climbed Mount La Campana with two American friends, and we met many Chileans during the journey to the top. With every exhausting step, there were Chileans encouraging us with shouts and laughter, and all together, we arrived at a spectacular view of the coastal mountain range. We also walked to a forest of Chilean palms. They are very rare tehse days outside of city plazas, and to see them in their wild form was like finding a piece of Chile's living heritage. Completely different from seeing them in Santiago's Plaza de Armas.
Santiago --- Pichilemu, 3 hours by bus. In Pichilemu, my boyfriend and I surfed the magnificent and icy waves of the Pacific ocean. We rode horses on the beach, played guitar on the sand, and watched the night sky. Many Chileans who live in Santiago come to Pichilemu and other coastal towns to vacation, to breathe the clean, oceanic air. There we found families and also the young people who pass their lives waiting for the perfect wave. Life over there is oceanic and pacific.
Santiago --- La Serena --- Montegrande, 8 hours by bus. In the Valle del Elqui, we discovered the true taste of pisco, down in the valley where the grapes grow, among the grand mountains of the Andean mountain range. We relaxed along the Magic River, with Chileans who came to relax as well and play music around the fire. We enjoyed a landscape of willows and vineyards, red rocks, dry slopes, and a sky of stars without equivalent in the world. Horses wandered through the trails. We pased by the town of Montegrande, where Gabriela Mistral was born and raised. She is a women who captivated the spirit of Chile with her famous poetry.
Santiago --- Molina, 3 hours by bus. In Molina, my friends and I found incredible hospitality. When we arrived on the Pullman Bus, we discovered that there was not much public transit to the national park in autumn. Miguel, a town resident, invited us to his house to spend the night. We ate figs from his tree, made a bonfire, drank beers with his friends, and slept in bunkbeds in his house. Everyone in the town wanted to help us on our journey. We navegated to the park hitchhiking, finding ourselves in a fruit truck, various pickup trucks, and on dirt roads. We arrived to the "siete tazas" (seven pools), a site of great natural beauty, surrounded by autumn and her deciduous oaks. We bathed in the freshwater, made even sweeter by the colorful journey that we took to arrive.
Santiago --- Valparaíso, 1.5 hours by bus. In Valparaíso I have walked through the mysterious and winding hills, marveling at the art that emerges like plant sprouts on the walls of houses and buildings. Once we met the father of the artist who had painted a peacock on the wall of their house - every mural has a history, it comes from a heart, from a home. In Valpo there is life in every corner, it is a concrete jungle, where "chorillana" originated and where there is a great pride for the "porteña" identity. Ships come and go, tourists speak in various languages, and the locals hang their clothes outside on lines, that add to the rainbow of colors that compose this city.
I could go on... with the towns of Cajón de Maipo, Isla Negra, Doñihue, La Serena... it is truly an honor to surf the numerous rhythms of this country. Chile is a country of mountains and ocean, rivers and xerofitic forests, deserts and matorrals, steppes and glaciers. The culture of Chile is as diverse as its landscapes.
The people that I know in Santiago that come from other places, especially the south, say that they don't prefer to live in Santiago. They come for the opportunity that centers around the city. But they miss their hometowns - their customs, foods, trees, culture. My Chilean mom misses the fresher taste of the water of Concepción, her hometown. The majority of people lament the poor air cuality in Santiago, they lament the traffic and congestion. I talked to a girl who came to the Santiago Forest one day, who used to live in a town outside of Santiago, but whose family recently moved to the interior. She said that she missed the country, she missed the experience of living with the animals and the fresh air. There is something outside that is not within.
Even so, there is a lot of good in Santiago. The universities are of very high caliber, recognized on an international level. There are art galleries, live music of every genre, poetry nights, plazas and parks, restaurants and cafés, salsa clubs, fairs and markets. The modernity of the city has given many a very pleasant lifestyle, and Santiago has a strong presence in the identity of the country. But Santiago is not Chile. Chile is a body that extends and extends, its form does not allow for everything to center around just one heart. It has many hearts. You have to go to its corners to know them.
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